A principios de los años cuarenta, el ejército de los Estados Unidos contaba con varios modelos de cañones de artillería, aunque ninguno de ellos era autopropulsado. Los estrategas militares se fijaron en el importante papel de esta artillería en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y decidieron diseñar su propio obús de 105 mm autopropulsado, el bautizado como M7 Priest.